Antón viticultor, reconocido por sus creaciones Alecrín y O Rouso. Aquí os dejo unas palabras textuales cedidas por Antón Viticultor:

«Me dispongo a escribir la homilía semanal sobre mi vino y sus circunstancias. Es decir, sobre lo que siempre escribo. Pero en esta ocasión me pongo un poco más estupendo que de costumbre porque el asunto lo requiere. Y es que disertar sobre la identidad de un vino exige afinar el lápiz un poco más de lo habitual.

El vino es el mismo, el Alecrín es el de siempre, pero diseccionarlo y exponerlo como un objeto dotado de identidad ya es otra cosa.

Si. Mi vino, mi Alecrín, tiene identidad. Y la tienen por un doble motivo. En primer lugar en relación con los demás vinos y en segundo lugar frente a los demás vinos.

En primer lugar porque en su condición de vino, blanco y gallego forma parte de un universo perfectamente delimitado, definido, estudiado, … y reconocido como tal. El universo de las cinco denominaciones de origen más las indicaciones geográficas protegidas y al que yo también añadiría esos vinos que por muy diversas y comprensibles razones viven al margen de las denominaciones. Un universo formado por constelaciones o denominaciones que permanecen más o menos invariables a lo largo del tiempo y en el que brillan con luz propia las variedades denominadas autóctonas al lado de otras variedades que sobreviven con luz mortecina y menguante..

Es el mismo universo que cobija estrellas independientes y que, de vez en cuando, es cruzado por estrellas que nacen con la intención de brillar con fuerza pero que acaban siendo fugaces intentos de incorporarse al mundillo enológico.

Es el universo identitario en el que mi Alecrín se define como vino, blanco, gallego, Ribeiro y de Colleiteiro. Como una persona que basa su identidad en  razón de su nacimiento, residencia, creencias religiosas, género, preferencias políticas, …

El universo macro. El de los grandes trazos.

Pero hay una segunda realidad en la que un individuo define su identidad. El universo micro. El intrauniverso de cada uno en el que día a día vas creando tu propia identidad frente al mundo y a los otros vinos.

Es el mundo micro en el que un vino, un proyecto, un deseo, se va abriendo camino frente a los demás a base de forjar unos rasgos propios, de crear un estilo propio, concreto, definido, diferenciado, original, personal, … y que se manifiesta tras el descorche.

Es el universo que habita dentro de una botella. El mundo silencioso y discreto. El mundo real del vino, el verdadero, el que sale a dar la cara en la mesa y en la copa. El mundo que no conocemos casi nunca. El que no sale en las redes sociales. Es el universo personal, el de los esfuerzos, el de los sacrificios, el que espera y desespera mil y pico veces, el que se agobia, el que mira y remira las nubes, la luna y  las estrellas, los cielos cubiertos y los despejados,…Porque dentro de una botella de Alecrín hay un mundo lleno de alegrías, de esperanzas, de ilusiones, de zozobras, de trabajo silencioso, de músicas oídas, recordadas y rumiadas. Un mundo de hierbas de olor y de malas hierbas que conviven con las cepas como conviven las amenazas y los peligros.

Es el universo bendecido por el sol benefactor o maldecido por los nubarrones que van y vienen sin cesar y que nunca nos dejan en paz. Es el universo en el que habitan el mildiu, el oídium, la botritis y su puñetera estampa. Es el universo que nos habita, que habita en mi y que no me deja en paz ni a sol ni a sombra.

Por eso cada botella de Alecrín es una historia irrepetible. Un universo lleno de vida. Una historia rebosante de vida, trabajada, sufrida, disfrutada, soñada, deseada y, finalmente, cumplida.

No me hagan mucho caso cuando hablo de mi vino, en estos casos acostumbro a ponerme un poco estupendo. En realidad es mi Alecrín el que habla por mi.

Palabra …!!!!!!!«

La única forma de percibir todo lo que expone es probando su vino Alecrín.

Antón Viticultor también es el creador del vino O Rouso, un vino espectacular.